«Papá, ¿vamos de vacaciones?»
«Papá, ¿vamos de vacaciones?»
Santi, mi pequeño hijo de cuatro años, ha estado repitiendo insistentemente esta pregunta durante las últimas semanas. A principios de Enero salimos de vacaciones y visitamos la maravillosa zona del Lago Vichuquén y la experiencia fue tan significativa para él que desde que volvimos a la gran ciudad quiere irse nuevamente de vacaciones.
A pesar de que ya habíamos salido de vacaciones en los años anteriores, al parecer este año fue la primera vez que Santi se dio cuenta de que las vacaciones eran un momento especial e importante en su vida. Con su corta edad, este año comprendió que durante ese par de semanas ocurrían varios cambios al rededor suyo, todos muy buenos para él:
- papá y mamá no tuvieron que ir a trabajar
- su hermano mayor no tuvo que ir al colegio ni su hermana menor a la sala cuna
- él tampoco tuvo que ir al jardín infantil
- y lo más importante: todos juntos viajamos a un lugar precioso donde pudo correr, jugar, bañarse, andar en bote y comer cosas ricas.
¿Cómo no va a tener muchas ganas de repetirlo?
Trabajo y Entorno
«Sueño con llegar a la oficina por la mañana, abrir la ventana y sentarme a trabajar mirando como pastan las vacas y las ovejas»
Más de algún amigo o compañero de trabajo me ha escuchado decir algo así.
Toda mi vida (o la mayor parte de ella) la he pasado en Santiago, una gran ciudad en la que cada vez hay menos áreas verdes y en las que, por supuesto, es imposible ver vacas, ovejas, o cualquier otro animal del campo. Aquí estudié, aquí crecí, aquí forme una familia y aquí es donde trabajo.
Sin embargo, no me agrada vivir en una ciudad como Santiago. El ruido, la contaminación, la congestión en las calles, el estrés con el que se mueve la mayoría de la gente, la falta de empatía entre los vecinos, los grandes edificios y las empresas inmobiliarias que arrasan con los barrios, son algunos de los motivos por los que quisiera mudarme a otra ciudad.
Tampoco me gusta trabajar en esta ciudad. En primer lugar, siento que un lugar como éste fomenta el estrés y disminuye la calidad de vida de los que vivimos acá. Pero además, siento que el desarrollo de videojuegos, al igual que otras industrias creativas, requiere de un entorno con algo más de armonía y equilibrio, un entorno que propicie la creatividad.
De hecho, a pesar de lo que muchos creen, los videojuegos son mucho más que un programa computacional. Los videojuegos son una expresión creativa, una manifestación de lo que piensan, imaginan y sienten un grupo de personas, los desarrolladores de videojuegos. Son una obra artística concebida con el propósito de lograr algo, un fin, ya sea entretener a otras personas, transmitir un mensaje o expresar una idea.
Por eso, siempre he sentido que las grandes ciudades, llenas de cemento y «civilización», no favorecen en absoluto el trabajo creativo, si no que más bien lo perjudican. Y tengo la impresión de que no soy el único que piensa y siente de esta manera.
¿Y por qué trabajo en Santiago, entonces?
Cuando en el año 2003 empezamos con Wanako Games, la única opción razonable para la empresa era comenzar en Santiago. En Chile no había industria de desarrollo de videojuegos profesional, y la gran capital era la mejor opción para cimentar las mejores relaciones de negocios y de conectividad con el resto del mundo.
Afortunadamente, en los años que vinieron, han ido apareciendo cada vez más empresas de videojuegos en el país. Ya con una industria ligeramente más consolidada, algunas de estas nuevas empresas se atrevieron a tomar el desafío de surgir lejos de la capital y actualmente son al rededor del 20% del total de compañías del país.
Valdivia, Concepción, Valparaíso y Viña del Mar son algunas de las hermosas ciudades en las que la industria de videojuegos se está abriendo camino. Aunque algunas de esas ciudades también son grandes y comparten varios de los problemas que tiene Santiago, éstos no están tan acentuados y, en general, hay un mejor equilibrio entre la «civilización» y la «humanidad» del lugar.
Algún día, espero poder mudarme a alguna de ellas y dejar para siempre esta selva de cemento.
Vacaciones y Desarrollo de Videojuegos
Afortunadamente, existen las vacaciones. Durante una, dos o tres semanas, tenemos la oportunidad de escaparnos de la ciudad donde trabajamos y viajar a otros rincones del país (o del mundo) para disfrutar de la familia y de la naturaleza.
Cada vez que salgo de vacaciones, después de algunos días de estar disfrutando del entorno y la familia, me ocurre lo mismo: empiezan a llegar a mi mente ideas de proyectos, de juegos o de otras cosas, casi de manera involuntaria. Incluso me ha ocurrido que se me ocurren soluciones a problemas de programación que tuve en las semanas previas a las vacaciones y que ya había dejado atrás.
La mente, en un contexto de mayor armonía, empieza a funcionar mejor. La creatividad fluye, las ideas llueven, algunos proyectos nacen.
Sin ir más lejos, el primer artículo de este blog lo escribí hace ya un año sentado mirando el atardecer en la parcela de mi suegra, en las afueras de Santiago. Llevaba meses con la idea de empezar a escribir artículos, pero no había podido encontrar ni la tranquilidad ni la concentración suficiente para poder sentarme y que las palabras fueran efectivamente escritas. Hasta que me senté a disfrutar de la vista y las ideas fluyeron.
Otro ejemplo es JPacman, el videojuego que hace unas semanas decidí resucitar y que es mi primer Proyecto Papá Game Dev. La versión original la desarrollé, justamente, en las vacaciones de verano del año 1999, y lo terminé de desarrollar en las vacaciones de invierno de ese mismo año.
También existen las instancias para que los niños aprovechen las vacaciones en alguna actividad más productiva. Desde los campamentos de verano hasta las escuelas deportivas, todos los años surgen nuevas iniciativas que buscan estimular a los pequeños y darles la oportunidad que exploren otras experiencias durante los meses en que no deben asistir a la escuela.
Este último verano, por ejemplo, algunos amigos me recomendaron talleres científicos en los que los niños aprenden acerca de fenómenos físicos o químicos mediante experimentos y actividades lúdicas. También hay cursos cortos de programación, actividades al aire libre, clases de todo tipo de deportes e, incluso, talleres de creación de niveles de Minecraft, uno de los videojuegos más populares entre las nuevas generaciones.
Obviamente, las vacaciones también son para descansar, y es muy importante no olvidarse de hacerlo. Usarlas en un cien por ciento para hacer otros proyectos podría generar un cansancio que después vuelva intolerable el regreso a la rutina laboral. Pero si hay un justo equilibrio, soy un firme creyente que las vacaciones se pueden aprovechar para explorar nuevas ideas y proyectos.
El campamento de verano ideal
¿Qué tal si uno pudiera irse a vivir al campo, a orillas de un lago, a desarrollar videojuegos por dos meses? ¿Qué tal si en ese lugar no sólo hubiera paz y tranquilidad, sino que también otros desarrolladores de videojuegos con las mismas ganas de explotar la creatividad en un entorno natural? ¿Qué tal si además hubiera reconocidos desarrolladores que visitaran el lugar y actuaran como mentores?
Para un amante del desarrollo de videojuegos y la naturaleza, como yo, la idea suena idílica, casi irreal.
Pero es real, existe. Y se llama Stugan.
Tal cual se relata en su sitio web, la iniciativa nació en Suecia de la mano de Oskar Bruman, gerente general de Rovio Estocolmno, la rama sueca de la empresa creadora de Angry Birds, y Tommy Palm, uno de los cerebros tras el éxito de Candy Crush, de la empresa King. Ellos, junto con otras importantes figuras de la industria que se sumaron como auspiciadores y/o mentores, dieron forma a lo que ellos llaman un programa de aceleramiento sin fines de lucro para aspirantes a ser desarrolladores de videojuegos. Notable.
La primera edición de Stugan, el 2015, tuvo una amplia cobertura mediática, con videos semanales por Youtube, entrevistas a los participantes, artículos en prensa y una exitosa exposición final donde se mostraron todos los proyectos que fueron creados durante los dos meses. A pesar de eso, yo no supe de Stugan por los medios, sino que me enteré gracias a Luis Wong, un amigo peruano que tuvo la increíble fortuna de visitar el lugar.
Además de ser fundador, productor y diseñador de videojuegos en la compañía peruana LEAP Game Studios, Luis es periodista de profesión y se ha dedicado en los últimos años ha escribir diversas crónicas acerca de la industria de los videojuegos. En ese contexto, pudo visitar Stugan durante los últimos días de esos productivos dos meses, y fue testigo de la experiencia que vivieron los participantes, además de conocer a algunos de los organizadores del evento.
A la vuelta, escribió dos excelentes crónicas que los invito a leer, una en el sitio español Yorokobu y otra en el diario El Comercio de Perú. A través de esas líneas se puede percibir cuán especial fue la experiencia para ese grupo de desarrolladores, y lo significativo que seguramente será para ellos en su futuro profesional.
Stugan fue tan exitoso que decidieron repetirlo. No están confirmadas las fechas, pero ya fue anunciado que la segunda edición de Stugan se llevará a cabo aproximadamente desde fines de Junio hasta mediados de Agosto del 2016.
Las postulaciones, de hecho, están abiertas durante estas semanas, y hasta el 31 de Marzo. Todas las instrucciones de cómo postular están disponibles en su sitio web y, honestamente, si una iniciativa así hubiese existido hace unos quince años, antes que naciera el primero de mis hijos, estoy seguro que yo habría querido participar. ¡Los invito a que ustedes participen!
Una última reflexión. ¿Qué estamos esperando para replicar la experiencia de Stugan en Chile, o en Latinoamérica?
En nuestra región hay cientos de parajes maravillosos como los que dan marco a la iniciativa de Bruman y Palm. También hay talentos y figuras importantes que podrían apoyar a los aspirantes y darles la experiencia de sus vidas.
Tal vez, es hora de comenzar otro proyecto.
Juan Pablo crea videojuegos desde los ocho años y fue padre por primera vez el año 2004. Hoy ya tiene tres hijos y ha trabajado en más de veinte videojuegos. Desde hace un tiempo se interesó en cómo se relacionan la paternidad y su profesión, y se decidió a escribir al respecto fundando "Papa Game Dev".
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