«Cuando sea grande, quiero ser Creador de Videojuegos»

Así presentó Diego (10) su tarea frente a su curso de Cuarto Básico a fines del año pasado.

Cuando me lo contó, la verdad no fue ninguna sorpresa. Lo reconozco, sentí una mezcla de satisfacción y de orgullo, y también vinieron a mí recuerdos de mi propia infancia y de lo que han sido los primeros años de Diego, mi hijo mayor, viendo a su padre trabajar en esta industria desde que tiene uso de razón.

Hace mucho tiempo que se me vino a la cabeza la idea de que Diego pudiera o quisiera seguir mis pasos. ¿A qué padre no le hace ilusión que su hijo quiera seguir la misma carrera?

Sin embargo, el problema con la industria de los videojuegos es que uno no lo pasa tan bien como se ve desde afuera. Todos los trabajos son duros, podrán decirme, y a nadie le voy a discutir que hay trabajos muchísimo más duros que trabajar en videojuegos. Pero el tema de esta industria es que es engañosamente dura porque desde fuera se ve muy entretenida, muy cool. «Se pasan todo el día jugando», debe ser una de las frases más escuchadas por quienes trabajamos en esto, pero la realidad esta muy lejos de ser así.

«¡Trabajas en videojuegos! ¡Qué cool! ¡Pasar todo el día jugando!»… sí, claro, seguro…

Érase una vez…

La industria de los videojuegos empezó hace mucho tiempo, en los años 60 (o los 50 o los 70, depende de qué hito consideremos que es el «primero»). En esos años, un grupo de mentes brillantes crearon el primer sistema de entretenimiento electrónico con un control y una pantalla. A través del control, el jugador tendría una experiencia interactiva que se vería representada en la pantalla, y la principal función de esta experiencia sería conseguir que el jugador se entretuviera. Un videojuego en su más pura esencia.

Medio siglo después, la industria ha evolucionado más de lo que cualquiera pudo imaginar en ese entonces.

Ahora, hay millones de videojuegos en decenas de plataformas (o sea, los dispositivos en los cuales funcionan esos videojuegos), y hay cientos de miles de personas creando videojuegos también.

Es una industria muy competitiva, donde varios mercados ya están bastante saturados por la gran cantidad de empresas y productos presentes en ellos. Las empresas más pequeñas se ven arrolladas por las más grandes, cuyos presupuestos les permiten hacer superproducciones, generar grandes campañas de promoción y marketing y captar la atención de la gran mayoría de los consumidores.

Muchos talentosos desarrolladores que sueñan con concretar algún proyecto o idea innovadora de un videojuego se ven enfrentados a la realidad de que esto es un negocio. Muchas veces deben trabajar en proyectos que no son sus soñadas ideas, si no que ideas de terceros, sólo para subsistir. A veces estos proyectos son sobre conceptos muy trillados y ya no tan entretenidos, pero que a ojos de los grandes de la industria parecen tener más posibilidades de ser rentables que las ideas innovadoras.

Es tan diferente la percepción externa de esta industria que en los últimos años han aparecido cientos de notas, memes y hasta videos hablando de esto. Mi favorito es So you want to work in the video game industry (está en inglés).

Así que quieres trabajar en la industria de videojuegos

¿Y entonces?

Entonces, si es todo tan terrible, ¿por qué sigo trabajando en videojuegos? ¿Por qué la industria sigue creciendo y más gente entra en ella? ¿Quiero realmente que mi hijo entre a una industria que, aunque cool, parece ser tan terrible para trabajar en ella?

La realidad es que trabajo en videojuegos porque es una de mis grandes pasiones. Porque a la gran mayoría de los que trabajamos en videojuegos, nos apasiona trabajar en videojuegos.

Y ese, en el fondo, es el motivo por el que la mayoría de los profesionales de la industria se mantienen en ella, a pesar de las dificultades, contratiempos, y enormes desafíos. Son impulsados por una motivación que va más allá de la disciplina técnica que deban aprender y luego ejercer.

A mi hijo Diego le gustan los videojuegos, mucho. Desde Minecraft hasta Clash of Clans, pasando por decenas de juegos casuales que comparte con sus compañeros de colegio y también conmigo.

Afortunadamente nos hemos preocupado de mostrarle y enseñarle que es importante tener otras actividades en sus vidas, y también le gusta hacer deporte (juega hockey patín en una liga), leer (devora libros como Harry Potter), juntarse con amigos, disfrutar a la familia, etc.

Pero claro, nada de eso quita que le gusten mucho los videojuegos y esa pasión, sumada a ver al papá trabajando en juegos desde pequeño, lo llevan a él a querer hacer lo mismo.

La verdadera pregunta

Más allá de si quiero o no que mi hijo siga mis pasos, al final lo que uno como papá quiere es que el niño siga el camino que él mismo escoja y logre con eso su realización personal, sea feliz, etc. La pregunta que comencé a hacerme hace unos meses, entonces, fue otra:

¿Puedo ayudarlo de alguna manera?. Esta es la pregunta.

Pareciera obvio que sí. Primero, porque tengo más de veinte años de experiencia. Segundo, porque me gusta enseñar, siempre me ha gustado. Y tercero, porque lo conozco (o al menos eso creo), y siento que estoy en una muy buena posición para guiarlo.

Pero eso me llevó rápidamente a otra pregunta, -la- pregunta.

¿Y qué puedo hacer para guiarlo, sin empujarlo ni forzarlo?. Esta sí que es -la- pregunta.

Para esto, me puse a pensar en cómo empecé yo en el desarrollo de videojuegos, qué me motivó a mi a pasar de jugar a crear. Difícil olvidarlo. Se lo debo a mi familia, en especial a mi padre.

Otra vez… érase una vez

Hace casi treinta años, mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mi un Atari 800 XL, y cuatro videojuegos: Montezuma (mi favorito), River Raid (notable), Moon Patrol (glorioso) y uno de Star Wars (que era malísimo).

No era la primera vez que había videojuegos en mi casa. Mi papá trabajaba en algo relacionado con computadores (en esa época no tenía idea qué era) y a veces traía uno a la casa, un Sinclair. Había ahí un juego de unos ladrillos de colores y una pelotita que les pegaba y los destruía, uno a la vez. Era increíble, maravilloso, para los 5 ó 6 años que debo haber tenido cuando lo jugué por primera vez.

Pero el Atari era aún mejor, porque era nuestro y los cuatro juegos también.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó desde que llegó al Atari hasta el día D. Tal vez fueron días o semanas, la verdad no me acuerdo. Pero un día, el día D, mi papá me dijo que me iba a mostrar algo nuevo. Prendió el Atari, pero no puso ningún juego, si no que lo dejó que llegara a la pantalla celeste donde decía «READY» con letras blancas.

Y luego, tipeó lo siguiente en el super ergonómico teclado negro del Atari:

10 PRINT "HOLA"
20 GOTO 10
RUN

Y empezó a salir en la pantalla «HOLA», mágicamente, una y otra vez, sin parar.

Disclaimer: la verdad no recuerdo si lo que el PRINT decía era «HOLA» o era «BLA» o qué era. Pero la impresión que me causó aún está intacta.

Y entonces, mi papá me explicó que eso era un programa, y que los juegos que yo disfrutaba tanto, el Montezuma, el River Raid, el Moon Patrol, se hacían así, con programas. Y que él sabía programar y que, si yo quería, me podía enseñar. Y eso, lo cambió todo.

Hasta ese día yo quería ser astronauta o astrónomo, no recuerdo, pero algo relacionado con las estrellas. Me gustaban mucho, sabía nombres, tamaños de planetas, estrellas, constelaciones, distancias entre astros, etc.

Pero desde ese día, quise programar, quise aprender, quise crear. Y no cualquier cosa. Quise ser Creador de Videojuegos.

«Papá, yo quiero aprender a hacer Videojuegos», también dije.

Ha pasado mucho tiempo, yo tenía 7 años.

Ahora, con 36, no puedo sino entender la fascinación que Diego siente (y casi todos los de su generación) por los videojuegos, y en especial ese bichito que le está naciendo por no solo jugarlos, si no que también crearlos, como el papá.

Papá Game Dev

Hace unos meses, decidí que quería escribir respecto a este tema. Por varias razones.

Porque me parece fascinante el poder que tenemos los desarrolladores de entretener y encantar a la gente. Podemos crear personajes, mundos y hacerlos interactuar con ellos, y que se sientan parte de una experiencia única.

Porque me parece que, como miembros de una sociedad, tenemos una responsabilidad especial en cuánto a los contenidos que llegan al público gamer, en especial a los niños.

Y porque, como papá, siento que tengo la también fascinante oportunidad de guiar a mi hijo en este camino que le llama tanto la atención y que, tal vez, sea el camino que elija para su futuro.

Me demoré bastante en poner en práctica mi proyecto, por un sinfín de circunstancias. Pero hoy, finalmente, quiero compartir con ustedes Papá Game Dev, este nuevo sitio web. (Game Dev es la versión corta de Game Developer, o desarrollador de videojuegos en inglés)

Papá Game Dev será, en un principio, un blog acerca de ser padre y desarrollador de videojuegos a la vez.

De lo que eso significa para mi, y de lo que puede que signifique también para otros. Quiero compartir experiencias, ideas, proyectos, y abrir una conversación en torno a esto porque sé que no soy el único al que el tema le produce inquietud.

Además, tengo la suerte de tener dos hijos más, pequeños aún, Santiago y Samanta, que tal vez se vean enfrentados a la misma fascinación de los videojuegos y, pensando también en ellos, quisiera aprender de la experiencia de más gente y así crecer yo también como padre.

No tengo grandes ambiciones, pero sí muchas ideas y ganas. Por eso, quedan todos invitados a comentar, aportar, criticar, sugerir y, sobre todo, compartir sus ideas o propias experiencias.

Bienvenidos a Papá Game Dev.

Actualización: Al compartir esto con mi madre, me refrescó un poco la memoria y corrigió algunos hechos que relaté. Resulta que la historia de cuando llegó el Atari, cuándo llegaron los primeros juegos y cuándo mi padre me mostró el primer programa en Basic (el que imprimía mil veces «HOLA») no fue exactamente como la describí. Pero bueno, han pasado 30 años, y lo que realmente cuenta es la esencia, el impacto que causó en el curso de mi vida.